“Be Like Wilt” by Neema Avashia (en español) | Facing History & Ourselves
Reading

“Be Like Wilt” by Neema Avashia (en español)

This narrative tells Avashia’s story of finding belonging unexpectedly on the basketball court as someone who felt like an outsider in a small, rural town. This resource is in Spanish.

Asunto

  • English & Language Arts

Language

Spanish
Also available in:
English — US

Updated

This resource is intended for educators in the United States who are applying Spanish-language resources in the classroom.

“Be Like Wilt” de Neema Avashia

Me encuentro en la línea de tiro libre en el gimnasio de la iglesia metodista de Cross Lanes. Tengo 9 años y soy la única chica en un equipo de baloncesto de solo varones. La única jugadora morena en un equipo de chicos blancos; mis escuálidos brazos, mis gafas gruesas y mi larga trenza encerada me diferencian aún más de sus cuerpos robustos y tonificados, y sus cabellos cortos y rubios.  

Yo me pregunto, ¿por qué Carl Bradford me escogió para su equipo? Sus hijos son dos de los jugadores más rápidos y con mayor puntuación en nuestra liga local. En 1988 en Cross Lanes, Virginia Occidental, no hay ninguna liga designada para mujeres y cuando hago la prueba un sábado de octubre, solo hay otras dos chicas en el gimnasio frente a unos 80 chicos.

En este momento previo a ingresar a la -AAU (Amateur Athletic Union) y antes de la hipercompetitividad, las “pruebas” implican recorrer la cancha driblando, intentar dos lanzamientos libres y un par de tiros libres. Todos los niños tienen garantizado un puesto en un equipo. La cuestión es simplemente qué entrenador los elegirá.

Se selecciona a cada chica para un equipo diferente, aunque algunos equipos no tienen chicas. El Sr. Bradford no tiene la obligación de elegirme; sin embargo, lo hace de todos modos. Al hacerlo, también asume la responsabilidad de llevarme y traerme de las prácticas y los partidos. Mis padres inmigrantes no logran entender el baloncesto, y el compromiso de tiempo que requiere de los padres no es algo que puedan permitirse en sus vidas. Al optar por jugar, me alejo un paso más de mi núcleo familiar, y me acerco a mi comunidad de Virginia Occidental.

Aun así, mi genética india me hace bajita, débil y terriblemente descoordinada. Cuando lanzo el balón de gancho con la mano levantada, no llega a la cesta por varios metros. Cuando juego a la defensiva, mis compañeros dicen que parezco una mantis religiosa, con las manos hacia delante en vez de hacia los lados. Me encanta el juego, pero estoy tan lejos del talento natural como la ciudad natal de mis padres en la India lo está de este gimnasio.

Una tarde, el Sr. Bradford me propone lanzar el balón de otra manera. No de gancho descendente, como he estado intentando, sino “cuchareando” el balón con las manos. “Estilo de abuelita”, lo llaman mis compañeros despectivamente .

“Algunos de los mejores jugadores de baloncesto de todos los tiempos lanzaban con el estilo de ‘cuchareo’, Neema” dice el Sr. Bradford. “Wilt Chamberlain lanzaba de esa forma”. Sus ojos azules, aumentados por unas gafas redondas con montura de alambre, se enfocan en los míos.

En mi vida adulta, he escuchado podcasts enteros sobre la precisión del lanzamiento estilo abuelita, sobre cómo Wilt Chamberlain anotó 100 puntos en el único juego en el que lanzó tiros libres “cuchareando”, y el porcentaje de tiros libres de la carrera de Rick Barry alcanzó el máximo nivel de 89.3 porque optó por hacer lo mismo. Pero a los 9 años, esto se siente como una forma más de rechazo por parte de mis compañeros. Criados por padres que jugaban a este deporte, los que les enseñaron a lanzar en los aros de sus estacionamientos desde que podían caminar, ellos pueden lanzar de gancho por encima del hombro. Yo no puedo.

¿Cómo te incorporas  a la cultura dominante cuando tu propia cultura es tan invisible para la mayoría? Mi pequeño grupo de compañeros indios y yo respondemos a esta pregunta de distintas maneras. El único chico indio en mi escuela primaria, que todos los chicos blancos creen que es mi hermano o insisten en que debería salir con él, habla con un acento exagerado, bebe en exceso durante la secundaria y vota abiertamente por los republicanos en el futuro. Algunos de los niños indios que viven en la ciudad de Charleston emulan a sus ricos compañeros blancos y se inician en el tenis o el golf como puntos de entrada a la cultura estadounidense.

En cuanto a mí, elijo el baloncesto. Juego constantemente a este deporte, lo veo obsesivamente en el televisor de nuestro sótano, llevo a diario mi chaqueta aguamarina y morada de los Charlotte Hornets, y no simplemente porque amo el juego. Sí, lo amo, pero para mí el baloncesto es algo más que un simple deporte. Es mi forma de entrar en un mundo al que de otro modo no parecería pertenecer.

Me sonrojo mucho ante la sugerencia de lanzar “cuchareando” el balón, lo reboto contra el suelo de linóleo blanco del gimnasio y miro fijamente la curva negra de la llave en lugar de establecer contacto visual con el Sr. Bradford. Sé que tiene razón, pero no estoy segura de poder encontrar el valor para lanzar con el estilo de abuelita en un partido en el que todos mis compañeros de equipo y de clase estarán mirando. 

Mucho más tarde en su carrera, Chamberlain explicó por qué solo lanzó “cuchareando” durante una temporada, y luego volvió al tiro libre menos preciso de gancho descendente por encima del hombro. 

“Me sentía tonto, como un afeminado, cuando lanzaba ‘cuchareando’” dijo. “Sé que estaba equivocado, sé que algunos de los mejores lanzadores de tiro libre de la historia lo hacían así. Simplemente no podía hacerlo”. Aunque oí esta explicación en 1988, lucho con el mismo sentimiento.

Sin embargo, finalmente mi deseo de encestar supera mi miedo a ser juzgada. Llega el día del partido, el armador me entrega el balón en las manos y yo lo coloco entre mis piernas antes de arrojarlo hacia arriba.

Entra sin tocar el aro.

No es una cesta de último minuto. No es el tiro que define el partido. Son solo dos puntos anotados en la mitad del tercer cuarto en un partido de temporada regular. Pero el gimnasio entero estalla de júbilo y el público corea mi nombre. Incluso alguien llama a mi madre desde el teléfono público de la esquina. Me mareo tanto con este sentido de pertenencia, temporal pero abrumador, que no consigo recordar el resultado final.

Después del partido, el Sr. Bradford me dedica su pausada y dulce sonrisa. 

“¿Ves, Neema? No importa cómo lances el balón. Solo importa que el balón entre”.

El Sr. Bradford me elige para su equipo los tres años siguientes. Al final de mi última temporada, convence a todos los entrenadores para que me concedan conjuntamente el trofeo “Heart and Hustle” de la liga, que no se otorga al jugador con más talento, sino al miembro más dedicado del equipo. Hasta el día de hoy, sigue siendo el premio que más aprecio. Cuando supero la edad de su liga, me recluta como ayudante de entrenador del equipo de su hijo menor. Su Jeep Cherokee rojo hace parte del paisaje exterior de nuestra casa al menos tres días a la semana, ya que sigue llevándome y trayéndome de las prácticas.

Todas las tardes, después del entrenamiento, pasamos por Goff Mountain. Las luces del Jeep arrojan la única luz sobre la oscura y sinuosa carretera que nos lleva más allá de un vertedero de productos químicos y a través de una densa arboleda.

“Cierren los ojos” nos indica cuando nos acercamos a la cumbre de la montaña.

En el asiento trasero, los chicos y yo nos reímos y sonreímos, cerramos los ojos y respiramos hondo. El Sr. Bradford pisa el acelerador y nos elevamos sobre la primera colina, con el estómago contrayéndose como en una montaña rusa. El Jeep rebota con fuerza contra el cemento y vuelve a levantar el vuelo al llegar a la segunda cuesta.

Durante este breve instante, éramos Bo, Luke y Daisy dentro del General Lee. Nuestros gritos de alegría reemplazan los sonidos de “Dixie” en esta versión reinventada de los “Duques de Hazzard” y yo soy salvaje y libremente estadounidense de un modo que nunca podré revivir lejos de la presencia del Sr. Bradford. 1

  • despectivamenteburlonamente
  • incorporasser absorbido, adaptarse
  • “Duques de Hazzard”Bo, Luke y Daisy son los tres personajes principales de la serie de televisión estadounidense de la década de los ochenta Los Duques de Hazzard, una adaptación de la historia de Robin Hood ambientada en el Sur rural. En la mayoría de los episodios aparecía el General Lee, un automóvil de alta potencia naranja bautizado con el nombre de un general del ejército confederado durante la Guerra Civil. “Dixie” se refiere a la melodía de la bocina del automóvil, una canción de 1859 sobre el sur de los Estados Unidos.
  • 1“Be Like Wilt” de Neema Avashia. Usado con autorización del autor. 

How to Cite This Reading

Facing History & Ourselves, ““Be Like Wilt” by Neema Avashia (en español)”, last updated Agosto 8, 2024.

You might also be interested in…

Using the strategies from Facing History is almost like an awakening.
— Claudia Bautista, Santa Monica, Calif